La turquesa tiene propiedades físicas como una dureza de 5-6 en la escala de Mohs, lo que la hace sensible y puede rayarse con facilidad. Su composición química es fosfato de cobre y aluminio hidratado, y su color varía de azul a verde, dependiendo de la presencia de hierro u otras impurezas. Las propiedades metafísicas y terapéuticas asociadas a la turquesa incluyen su uso histórico como protector, su capacidad para calmar, mejorar la comunicación y la expresión, y potenciar la intuición y el descanso
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